SALVAJE
Bebo del agua limpia y clara del arroyo
y vago por los campos teniendo por apoyo
un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido
que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido.
Así
paso los días, morena y descuidada
sobre la suave alfombra de la grama aromada,
comiendo de la carne jugosa de las fresas
o en busca de fragantes racimos de frambuesas.
Mi
cuerpo está impregnado del aroma ardoroso
de los pastos maduros. Mi Cabello sombroso
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno,
a salvia, a hierbabuena y a flores de centeno.
¡Soy
libre, sana, alegre, juvenil y morena,
cual si fuera la diosa del trigo y de la avena!
¡Soy casta como Diana
y huelo a hierba clara nacida en la mañana!
Olor
frutal
Con membrillos maduros
Perfumo los armarios.
Tiene toda mi ropa
Un aroma frutal que da a mi cuerpo
Un constante sabor a primavera.
Cuando
de los estantes
Pulidos y profundos
Saco un brazado blanco
De ropa íntima,
Por el cuarto se esparce
Un ambiente de huerto.
¡Parece
que tuviera en mis armarios
Preso el verano!
Ese perfume es mío. Besarás mil mujeres
Jóvenes y amorosas, mas ninguna
Te dará esa impresión de amor agreste
Que yo te doy.
Por
eso, en mis armarios
Guardo frutas maduras,
Y entre los pliegues de la ropa íntima
Escondo, con manojos secos de vetiver.
Membrillos redondos y pintones.
Mi
piel está impregnada
De esta fragancia viva;
Besarás mil mujeres, mas ninguna
Te dará esta impresión de arroyo y selva
Que yo te doy. |