Ocaso
en primavera
Ciérranse
ya mansamente las flores
hijas dilectas de la primavera,
envueltas en sedas multicolores
en un tierno suspiro por doquiera.
Y
en un esplendor de ocaso encendido,
musitando tiernas palabras quedas
y llenas de ensueño, se oye al oído
el leve rumor de las arboledas.
Elévase
un ave hacia la distancia,
perdidos mis ojos se van tras él.
Y es la embriagadora y sutil fragancia
de horas placenteras testigo fiel.
Asomase
ya venus diamantino.
Y con el corazón en dulce calma,
beber quisiera, beber con el alma
las quietas cosas en cáliz divino.
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